sábado, 27 de abril de 2013

Historia para una tarde gris sin final.

Quizás anochecía antes de tiempo. Por la calle dando tumbos discurría el coche de línea, con cada bache, un salto acompañaba su apesadumbrado discurrir hacia un nuevo destino, siempre el mismo.

Álvaro salto como impulsado por un reflejo para evitar la nube de húmeda porquería que el endiablado engendro disparo con el ultimo vaivén, al tiempo que profirió un sonoro Coño! Las calles encharcadas por el persistente aguacero se habían convertido en un laberinto de charcos difícil de salvar sin algún que otro percance.

El hombre que iba sentado junto al conductor no pudo evitar mirar hacia atrás intentando comprobar si el peatón que acababa de insultarlos había sospechado algo raro, ¿lo habría reconocido?

Por supuesto, la noche era demasiado oscura y el tiempo demasiado desapacible para que Álvaro hubiese podido echar ni siquiera una leve ojeada al interior del coche, pero el hombre que iba junto al conductor estaba tan nervioso que no podía reflexionar ese tipo de cosas. Él era el primer sorprendido ante su estado de nerviosismo, a fin de cuentas no había ido todo tan mal. Era verdad que ella se había resistido un poco, a nadie le gusta que la saque de su casa a las diez de la noche un "amor de juventud" y buen amigo de su ex-marido al que solo había visto en un par de ocasiones desde que se casase.

Álvaro perdido entre sus pensamientos había reaccionado tarde a la presencia del vehículo. Daba vueltas a la cabeza pensando en el porque de la negativa de Elena a verse esa tarde, comprendía la proximidad de su separación, pero internamente intuía que lo estaba rehuyendo, o lo que aun le molestaba mas, la posibilidad de que David estuviese intentando entrar de nuevo en su vida, aprovechando su nuevo estado, a fin de cuentas el había sido el mejor amigo de  Andrés.

Había parado de llover y el aroma a tierra mojada anunciaba la proximidad de los límites urbanos.

Ciertamente Menchu había elegido el último rincón de la urbe para irse a vivir, aducía para ello sus deseos de volver a encontrarse con la pintura, un renacer de la inspiración que tuvo en su ya lejana juventud, así que había optado por adquirir uno de esos adosados que están tan de moda en los extrarradios de cualquier capital.

Tengo que recordar preguntarle si el condenado animal (ella asegura que es un perro) lo adquirió con la compra del inmueble o era uno de los cancerberos del mismísimo infierno, instintivamente rozo con su mano derecha el antebrazo de la izquierda, recordando el susto que le propino el canido en su ultima visita a Menchu.

Elena, sentada en aquel enorme coche, no sabía bien si temer por su vida, o reír una broma. En estos momentos solo podía pensar que si hubiese aceptado salir con Álvaro, no estaría ahora en esta horrible y comprometida situación. Si se lo pensaba fríamente, la verdad es que le apetecía salir con Álvaro, lo pasaba bien con el, era un tipo educado, culto y de una extrema sensibilidad. Para lo que Elena no estaba preparada era para oír declaraciones amorosas por su parte. No, todavía no.

La nada fácil separación de Andrés estaba demasiado reciente para que ella pudiera ni siquiera pensar en sentir algo por otro hombre. No podía ni siquiera "dejarse querer" como sugería Álvaro. No todavía no. De todas formas, tendría que haber accedido a salir con el a tomar algo, a pasear -aunque la noche no era muy propicia para ello- a charlar de cosas triviales. El problema es que hablar de cosas triviales con Álvaro no siempre resulta fácil,

Álvaro es tan complicado a veces, y muestra tanto amor con la mirada aunque le este hablando del fin del mundo, que Elena se siente continuamente transportada al doloroso recuerdo de Andrés, aunque no lo quiera.

Álvaro caminaba hacia casa de Menchu, preguntándose una y otra vez para qué puñetas iba a verla en esa desapacible noche. Es cierto que Menchu siempre esta disponible, y eso es una alegría a fin de cuentas; pero sus encuentros son cada vez mas vacios y solo consiguen dejarlo un poco atontado por las copas o por el escaso sexo al que el se presta, para despertarse al día siguiente hecho un mar de dudas y lleno de resentimientos contra si mismo.

Cuantas veces se ha tenido que morder la lengua para no gritar ELENA cuando estaba en brazos de Menchu. ELENA, siempre ELENA, ELENA con mayúsculas, porque ELENA solo puede gritarse con mayúsculas.

De todas formas MENCHU era una alternativa reconfortante al complicado mundo de Elena, no valía la pena dar mas vueltas al asunto, le apetecía pasar la tarde con ella y olvidar la estúpida discusión que había tenido con Adolfo. Desde que Adolfo se hizo cargo de la jefatura, el trabajo le resultaba a Álvaro un mal soportable por la imperiosa necesidad de recibir cada mes un sueldo que le permitiese llegar al siguiente, ni más ni menos que la misma rutina de la mayoría de los mortales.

El coche se detuvo frente a un portal junto a la plaza de Miravalles, David con un obligado "Buenas noches", se despidió del conductor para conducir a Elena sujetándola del brazo hacia el interior del portal, de una forma rayana en la brusquedad, como si no desease ser visto en la calle sin el abrigo del vehículo que los acababa de dejar.

Elena tardo en reaccionar al brusco proceder de David y se encontró transportada al interior de la casa que reconoció de una anterior y ya lejana visita.

No entiendo que pretendes David, no estoy dispuesta... sus palabras fueron cortadas, y sintió como la boca de David presionaba fuertemente la suya, la estaba besando, no sabia si llorar o reír... la situación no dejaba de ser incómodamente cómica





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